









Bogotá, Colombia. Los archivos perdidos. 2/3 Diez años atrás. Me mandan un mensaje, de esos que en tiempos de pocas redes sociales habían: “oye Dan, espero estés bien. ¿Recuerdas la sesión que tuvimos hace un mes? Pues te necesito para que seas modelo de algo así...pero con otra persona. Entiendo que no te guste la idea, pero andamos un tanto desesperados parce". Era algo en apareciencia sencillo. Se necesitaba producir una escena pornográfica en fotografía como portafolio para que mi amigo pudiera trabajar en una productora. Ya habíamos hecho unas fotos, -de las que hablaré después- pero esta vez sus jefes, que estaban entusiasmados con el proyecto querían saber cómo era su registro cuando se trataba de dos personas. No, no había que tener sexo. Solo era posar. ¿Recuerdan esos films eróticos tipo Emmanuelle donde todo se sobre entendía y el sexo, no era más que una pose? Bueno, esa era la idea. Teníamos que llegar a esa estética, al menos intentarlo. Sería algo fácil porque el otro modelo era un amigo mío, así que nada debería salir mal. Recuerdo bien que entré al apartamento y saludé a los dos. Me senté, justo en el sofa cama con vista a Fontibón, en la altura de Salitre donde vivía. Era un lugar familiar, había estado ahí antes y la limpieza y falta de muebles hacían del espacio un telón de fondo perfecto para tomarnos fotos. Nos pasa un formulario para firmar, en dónde dejamos en claro que esas fotos no iban a ser usadas por la productora, más que era simple prueba de portafolio y ya está. Todo parecía apenas normal. "Chicos, si quieren pueden ver algo de porno antes para animarse". En eso, una computadora portátil llega a la mesa y fue apenas suficiente para que tanto mi amigo y yo estuvieramos con la erección necesaria para tomar estas fotos. Rápidamente, sin tapujos, quedamos desnudos: la experiencia nudista para mi era apenas normal, me sentía cómodo pero para mi amigo no, era la primera vez que lo hacía al frente mío. Fuimos a la pared, nos giramos para unas fotos. Se suponía que en la escena, yo sería el pasivo y él el activo de los dos. Para mi era natural, con muy pocas excepciones siempre había sido yo el que recibía en mis relaciones sexuales. Por eso, lo he sujetado contra la pared, le he agarrado su verga y la he empezado a mover como si fuera un pajero habitual. "Si quieres, nos besamos", cosa que sucedió. Lo besé y eso fue suficiente para ponerme tan duro como él. Hasta que, por un momento se ha dado la vuelta. El culo. Sabía que tenía un culo hermoso, muchas veces en Theatron se lo había morboseado por como llenaba el jean y cuando caminaba por Chapinero en esas ocaciones que lo veía salir del gimnasio. Pero esta vez era diferente: era verlo, a centímetros míos, perfectamente expuesto. Redondo, cerrado, con un orto rosado, apretado, voluptuoso y sobre todo, hambriento. Empezamos a tomarnos fotos, a posar juntos. Los levantábamos, prenteníamos chuparla, pretendíamos besarlos, mover los cuerpos, o posar como si me penetrara. Entonces, por cuestiones del momento, mientras él me metía la lengua en el culo, se me ha ocurrido proponer si quería que yo le hiciera lo mismo. Ya a esas alturas, me había olvidado de la cámara. Tenía mi lengua tan dentro de él y lo estaba dilatando de una forma tal, que en mi cabeza se cruzó la idea que finalmente podría ser activo. Recuerden, esto fue hace diez años y durante toda mi vida sexual siempre fui pasivo...hasta casi este día. Él estaba boca abajo, retorciéndose mientras lo sujetaba con mis brazos, abriéndole el culo y comiendolo como si no hubiera lugar para posar. Ponía en práctica tantos videos porno vistos, tantas veces que me lo habían hecho, para hacer que la escena fuera lo más convincente posible. Entonces, me detuve un momento y le dije al oído, de forma muy suave que era el culo más lindo que había visto y que no podía dejar la oportunidad. — "Oye, una pregunta", le dije al fotógrafo. "¿Y si intento ser activo para las fotos?" — "Sí", replica de inmediato mi amigo. Se ha sentado en mis piernas, mientras me ponia en el rincón de la pared y ha insinuado que me lo estaba cogiendo. En realidad, mi verga solamente estaba aplastada contra mi, pero para la imagen era la foto que queríamos lograr. Lo miraba a los ojos, dándole a entender que aunque todo fuera mentira, me tenía a punto de dejar de lado las fotos y decidir que todo fuera realidad. Esos códigos de mirada, de complicidad, de una amistad que se estaba arruinando pero que las circunstancias habían previsto que quedara ahí. Se ha levantado un poco y ha presionado con su culo, ya mojado y abierto por mi, la punta de mi verga. Sentí que le palpitaba, queriendo que lo penetrara ahí mismo, sabiendo lo dificil de poderlo hacer ya que no era la idea. ¿Pero también no es que la idea fuera que salieran las fotografías y ya? No veía mal que, por un momento, sucediera algo que diera al fotógrafo el material. Entonces lo miré de nuevo, asenté la cabeza y entendío. Detrás escuchaba la ráfaga de la cámara andar. Y por un momento solamente sentía como su culo ya no estaba apretado ni posando, sino que se deslizaba tranquilamente en mí: delante del fotógrafo se la estaba metiendo. Él, se estaba sentando. Me agarra de la cabeza y la pone en su pecho, mientras solamente quería en ese punto saber qué tan profundo era él. Tantas veces morboseandolo y finalmente, estaba con él y de la forma que jamás había pensado. Subía para darle al fotógrafo la vista del tronco de mi verga dentro de él y cuando tomaba la foto, bajaba lentamente sobre mí. Solo quería sentirla dentro, ya las fotos nos importaban un comino en este punto. Apreté los dientes y lo miré fijamente para pronunciarle un "para". Estaba a nada de correrme, tenía mi semen que quería preñarlo y no sabía si era el lugar y el momento. Entonces el fotógrafo ha parado la sesión y nos ha dicho que tiene el material suficiente. Justo a tiempo. Quería pero no debía y sabíamos que no deberíamos. Se ha levantado, nos hemos duchado y nos vestimos como si en realidad, fueramos actores de los más profesionales posibles. Miramos las fotos por la pantalla, aprobamos de entrada unas y otras quedamos para revisarlas con tiempo. Media hora después, ya en el andén, me ha preguntado si iba al norte o al centro. Nos dimos cuenta que los buses que tomaríamos serían diferentes y que había que separarnos. "Sabes, cuando quieras llenarme el culo de leche, dímelo y ya". Han pasado diez años y aunque la distancia no lo permita, no existe un mes en el que no me mande una foto de su culo por los privados de Instagram y yo, en que no le mande un video mostrando el orgasmo que me provoca verlo.