

En una vieja esquina de Dotonbori en el centro de Osaka un s..
Added 2024-03-03 02:18:10 +0000 UTCEn una vieja esquina de Dotonbori en el centro de Osaka un señor sube las escaleras con prisa en una tienda de DVD que sigue abierta, muy a pesar del año en el que el cine por suscripción nos invade.
Es la seña que he llegado.
Hacía tiempo, desde mi primer viaje a Japón tenía curiosidad por las famosas cabinas de cibercafé de este país. En parte porque como buen estudiante de cole, me la alcancé a cascar en las cabinas de internet de mi barrio y agradecía cuando otro pajero dejaba una carpeta con lo que había bajado para hacerlo. Pero es que las de Japón son otro nivel.
Existen franquicias por todo el país, como Takarajima o Kansho Kintaro (que es donde fui). El concepto es simple: entras, pagas, rentas porno y te vas a verlo.
Al llegar, me doy cuenta por el tótem de entrada que el sistema de tarifas está regulado de acuerdo a las horas. Entonces, lo más corto que tenía eran dos que para las ganas que tenía eran suficientes. Sin embargo, existen diferentes precios para otros servicios dentro del café internet que incluyen si desea rentar o no los DVD.
Luego por una empinada escalera, llego a la recepción donde una cortina casi al ras de la madera me divide la mirada del que atiende. Es imposible saber quien es y estoy seguro que él tampoco quiere saber quién eres. Por el trato, es notable que ha tenido una que otra experiencia con extranjeros y en su inglés muy, muy básico, me da a entender que ha captado perfectamente que le he pedido dos horas y que no necesito rentar DVD. Acto seguido, me da una bandeja con el recibo impreso de lo que he pagado, un condon, la hora de entrada y una llave que dividirá mi paja del resto.
Aunque se que no usaré los DVD, el morbo de saber que había me podía más. Japón, claro no puede desilusionar: si en mis viejas épocas leyendo Inner el Pendejo llegaba a la conclusión que si la escena porno más rebuscada que podía pensar existiera, estaba seguro que se filmó en Japón. Cientos de películas con miles de horas de pornografia que estoy seguro jamás terminaría alguien de ver. Pero existen porque aún hay usuarios de cierta edad que no saben navegar muy bien en internet y dependen aún de los DVD para su placer.
Lo que diferencia esto de un café internet convencional lo vi más arriba. Si la sensación de volver a 1999 no estaba superada con el cuarto de las películas, el segundo nivel ya es que me ha volado la cabeza: bebidas, arroz gratis, una ducha… sí, no miento, había una ducha. Si tienes la sensación o necesidad de ducharte, lo puedes hacer. Y es que, una de las tarifas a pagar es de 24 horas y si, hay quienes pueden pasar todo un día masturbandose sin control en una de las cabinas o, por lo que también sucede, viajeros y mochileros que visitan Japón y deciden pagar una cabina de estas para dormir en lugar de un caro hotel. ¿Cómo culparlos, si es que estoy en el parque de diversiones del viajero pajero por excelencia?
Porque claro, si piensas en los que se quedan a dormir acá como presas de la inseguridad, con solo abrir la puerta sabes que no: estarás aislado y bien protegido. Afuera, el pasillo de muchas cabinas que está inundado de los gemidos de muchos hombres que se están masturbando y los ecos de la pornografia que están viendo. Adentro, un espacio de unos pocos metros cuadrados inusitadamente limpio, con un televisor enorme, un computador conectado a una velocidad de internet tremenda, toallas, papelera, perchero y un dispensador de juguetes eróticos y de ropa usada. El fetiche japonés de olfatear ropa de otros se ve representado aquí.
No existe un lugar en el planeta en el que pueda encontrar algo similar a este precio y tan fácil de entrar. Tengo colegas de paja que tienen en sus casas un “bate room”, una especie de cuarto de oficina o de invitados que es donde van a sacarse leche en intimidad y separación. Hay quienes ponen varias pantallas. Otros, juguetes y lubricante. Pero a la verga, ninguno de esos incluye arroz.
Con un par de clicks, te das cuenta que esto es otro nivel. La sola idea de ver una pantalla enorme, de poner el volumen que quieras, de abrirte de piernas como se te de la ganas o de gemir como te plazca no tiene parangón. El sudor hace que la experiencia de masturbarse sea aún más intensa y que no tengas límite más allá en querer darte esas dos horas para ti mismo. Para el placer de estar inmerso entre un lugar donde no solamente eres tú sino que puedes escuchar a muchos más hombres haciendo lo mismo en un lugar tan simple y a la vez tan complejo.
Es que masturbarse, en ese desdoblamiento que causa el hacer gooning (del cual hablé en un tutorial), de sentir el sexo por la propia mano no es algo que deba ser un trámite y puede ser una total experiencia. Estás cabinas de hecho nacen ante la urgencia de muchos japoneses de no poder disfrutar de una buena paja porque en sus casas no está el espacio para hacerlo, debido a los diminutos lugares de vivienda.
Después de dos horas finalmente exploté. Llegué a sentirme mal por la persona que le toca limpiar el desastre y ordené lo más que pude para hacer de mi rincón pajero un tanto más agradable para el que se sacará leche a continuación. Tal cual como era rentar una película o devolver la entrada al café internet en aquellos años febriles, entrego mis llaves y mi boleta de entrada con una sonrisa de oreja a oreja por lo sucedido. Y es que sabía que un lugar tan estridente donde podías poner el volumen a tope, podías gemir sin problema, y oír los gemidos de los demás eran la fórmula perfecta para una buena sesión de intimidad. Que si bien no deje la puerta entreabierta como hacen algunos para hacer cruising, fue suficiente el dejarme entregar a un mundo total de pornografía y sacar dos horas del viaje para simplemente ser yo.
Y claro, matar la curiosidad de estos lugares tan únicos, al mismo nivel de visitar un templo budista. Porque sabes que dos sitios así, no hay.
Precios 2024
DVD Kansho Kintaro
2 horas, 1000¥ (alrededor de 6€ o 6,5USD)
5 horas, 2000¥
12 horas, 3300¥
24 horas, 4200¥